Todo fue una farsa, todos estaban camuflados, el único despistado fue como siempre el pobre pueblo. La profunda depresión que sufre el pueblo no le permitió vislumbrar todo el engaño que se cernía sobre ellos. En fin, todo se tradujo en una orquestada farándula de teatro al aire libre. Ese fue el último debate electoral por la presidencia del país. Cuando no hay formación acerca de la filosofía de la vida, cuando falta una clara visión de lo que es la aventura humana, todos los ideales políticos y sociales se convierten en falsas esperanzas para un pueblo que viene arrastrando desde décadas, sin que se vislumbre una solución real a sus necesidades básicas.
Ese vergonzoso debate del 19 de junio del año en curso no fue sino una payasada política nunca antes vista. El hecho es que la mayoría de ciudadanos terminaron aceptando tales hechos, quizás como consecuencia del letargo mental en que se encuentran por las dificultades económicas.
En un país en donde se habla de todo en cuanto a política, ya sea por parte de la izquierda, de la derecha, del centro de izquierda, del centro de derecha, no existe sino una sola realidad, los partidos políticos se diluyeron, desaparecieron, y sus desechos se convirtieron en empresas electorales, lamentable situación.
Solo hay que esperar a ver si las fuerza sociales a semejanza de los ríos comienzan a buscar sus verdaderos causes el fin de dar un hito de esperanza a un sufrido país, que ya perdió toda fe en las instituciones y organizaciones de carácter gubernamental y demás.
Pero como los gobiernos, tarde o temprano experimentan el armonioso ritmo de la vida, en donde todo fluye y refluye hasta alcanzar el justo equilibrio que la naturaleza demanda. En ocasiones demoran semejantes ajustes pero en otras los resultados son más rápidos de lo que se pudiera imaginar. Esperemos pues, a ver, qué le depara la naturaleza a Colombia frente al baile de las nuevas danzas folclóricas de la política.
Por: José Cotuá V