Los resultados de la votación del día 29 de mayo nos dejó una gran lección acerca de una inaplazable decisión que debemos tomar todos los Colombianos el próximo 19 de Junio; el pueblo puso de manifiesto que quiere un cambio político y económico, aunado a una renovación de la mayoría de las Instituciones incluyendo la justicia y la cauterización de la corrupción desde sus raíces. Dos propuestas quedaron a la vista: una con más probabilidad de ejecución que la otra. Una está fundamentada en discursos floridos, hermosos de escuchar tal vez, pero demasiado gaseosos y preñadas de muchas contradicciones, en tanto que la otra se basa en la realización de acciones prácticas, caracterizadas en cambios estructurales en la manera de gobernar, eliminación de todos los obstáculos que se han generado por la corrupción galopante que no ha permitido un adecuado desarrollo social, político, educativo y de salud en general. Esto demanda de una serie de estrategias de cambios, solo posibles con unos proyectos basados en el saber hacer, más no con discurso utópicos con los cuales se pretende anestesiar a las mentes de muchos ciudadanos.
Los proyectos realizables son aquellos que se ajustan a las verdaderas necesidades del momento y no tienen en sí los famosos micos con los cuales se desangran las arcas del Estado. Los proyectos con tales falencias son diseñados para que las obras no se realicen en su totalidad o que queden a medio terminar a sabiendas que nada ha de sucederles a los responsables. Una buena administración sabe que esto es fundamental y que además genera mucha confianza en el pueblo, valor este que se ha deteriorado en Colombia, pues ya nadie cree en las Instituciones ni en nadie; se vive en un descontento total, una verdadera crisis de valores que urge rescatar. Todas estas nuevas acciones que ha de poner en práctica el candidato de propuestas serias sin lugar a dudas establecerá orden y progreso, que es lo se está pidiendo a voces.
Un gobierno que tenga como proyecto político cambiar a fondo la manera de gobernar no tiene por qué diluirse en discursos gelatinosos sino en tener un acertado cuerpo de colaboradores y asesores, en esto radica el perfil de un buen administrador. Uno de los graves problemas que tienen en su mente los “líderes políticos” es que no saben gobernar porque su megalomanía los asfixia. Ellos no creen en otros porque se creen superiores y como consecuencia resultan siendo malos adiestradores. Un asesor por lo menos debe tener el mismo nivel de formación de su jefe o superior, de lo contrario no puede ser un asesor. En Colombia todos los presidentes y directores de cargos importantes, sus asesores entre comillas, son simple aduladores que todo se lo festejan a sus superiores hasta los malos chistes. Para muestra, el gobierno que está por salir no tuvo un Ministro que sirviera (según una evaluación que les hicieron) y es que cuando los cargos se dan para cumplir con los compromisos adquiridos políticamente nada bueno puede esperarse.
Tienen los jóvenes mayores de 18 años la gran oportunidad de ser protagonistas de los cambios que requiere el país, sobre todo en temas de educación, apoyando propuestas realizables y bien diseñadas dentro de un proceso de renovación curricular inaplazable. La grandeza de un pueblo y su desarrollo se fundamenta en una buena formación profesional, enmarcada en un modelo educativo de verdadera formación, libre de memorización y de estudios superficiales. La educación debe comenzar con el primer paso fundamental que es, aprender a leer; el saber leer le permite al hombre comprender en primera instancia, para luego poder saber y solo así se podrán generar verdaderas transformaciones científicas, tecnológicas, políticas y sociales que el país requiere. El saber verdadero es poder, y mientras un país no tenga el capital humano bien preparado, será poco lo que podría hacerse para impulsar su desarrollo. No estamos en estos aciagos momentos para pensar en trenes que vayan desde Tumaco a la Guajira, ni en el uso a nivel industrial de la energía eólica, ni en generar un inmenso desarrollo agrícola si no se cuenta con un país ordenado y con un capital humano bien capacitado. Soñar es bueno, pero solo cuando se tienen a mano los elementos para alcanzar tales sueños, de lo contrario tan solo será una utopía. Importante es llegar al cielo pero con los pies bien puestos en la tierra.
Años que no se daba en Colombia una buena opción de poder como la que se está viviendo, ya que la llegada a la casa de Nariño de anteriores gobernantes no fue nada sorprendente, es más, fueron accidentales, como el gobierno de Misael Pastrana B. y la de su hijo Andrés Pastrana A., el caso de Ernesto Samper, el de Cesar Gaviria producto de unas emociones incontroladas generadas por la petición del hijo de Galán, ante el asesinato de su padre, “tome usted doctor Gaviria las banderas del nuevo liberalismo, Juan Manuel Santos a quien le otorgaron todos los cargos que ocupó excepto la presidencia y finalmente el desastre de Iván Duque. Con todo lo anterior un fenómeno extraño se ha presentado, algo así como un cisne negro, situación que es importante aprovechar para de una vez por toda darle a nuestro país el giro de ciento ochenta grados que se han estado esperando.
Por: José Cotuá V