¿Por qué los congresistas se toman la semana de receso escolar?

Cada mes de octubre, cuando los estudiantes de colegios y universidades del país disfrutan de la tradicional «semana de receso escolar», en el Congreso de la República ocurre algo similar: los senadores y representantes a la Cámara también suspenden sus actividades legislativas, pese a que no existe ninguna norma que les otorgue oficialmente ese descanso.

La práctica, instaurada hace más de 15 años, cuando salió la norma, se ha convertido en una costumbre política que cada año despierta críticas. Mientras la Constitución establece que los congresistas deben trabajar en dos periodos de sesiones ordinarias —del 20 de julio al 16 de diciembre y del 16 de marzo al 20 de junio—, en la realidad se ha consolidado este “receso de octubre” que no aparece en ninguna ley ni reglamento.

El argumento que esgrimen algunos legisladores es que la pausa sirve para desplazarse a sus regiones, atender compromisos con electores y adelantar tareas de control político desde el territorio. Sin embargo, para buena parte de la ciudadanía y sectores académicos, se trata de un privilegio injustificado, pues los congresistas ya gozan de amplios periodos de receso en enero y entre diciembre y marzo, además de un salario que sobrepasa los 50 millones de pesos, sin incluir las «arandelas»

La controversia aumenta porque la pausa coincide con la discusión del Presupuesto General de la Nación, una de las iniciativas más relevantes del año y la Reforma a la salud entre otros proyectos.
En varias ocasiones, este paréntesis ha retrasado debates cruciales, obligando a acelerar votaciones en las últimas semanas de octubre o incluso en jornadas maratónicas de noviembre con convocatorias a extras a bordo.

El “receso de octubre” se ha convertido en un símbolo del distanciamiento entre la clase política y los ciudadanos, quienes cuestionan que, en medio de crisis sociales y debates urgentes, los legisladores se concedan un descanso extra que no está contemplado en sus obligaciones.
Mientras tanto, la discusión sobre su legitimidad sigue abierta, en un país donde la confianza en el Congreso se mantiene en niveles bajos. ¿Hasta cuándo tanto descaro?.

 

 

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