26 de octubre masiva movilización de apoyo al presidente Gustavo Petro

Por Alberto Ortiz Saldarriaga

El 12 de octubre el Constituyente primario ha sido convocado a las calles a expresarse en respaldo a la soberanía y dignidad nacional, por el principio de autodeterminación de los pueblos y contra el genocidio y toda forma de amenaza e injerencia intervencionista contra los países y pueblos de América Latina y del mundo. Desde luego, será un espacio propicio también para respaldar al presidente Petro, quien con acciones y no con palabras ha reivindicado estos postulados.

Pero si de respaldos al presidente se trata, el espacio más propicio para hacerlo y de manera contundente tendrá que darse el próximo domingo 26 de octubre de 2025, cuando el nuevo partido político, Pacto Histórico —idea y obra concebida y parida por Petro para la unificación de los sectores democráticos y de izquierda, y quizás su más trascendental legado— afronte una consulta popular partidista para escoger candidato a la Presidencia de la República.

La contienda entre Carolina Corcho Mejía, dirigente social y exministra de Salud, que tras su salida del gobierno se dedicó a recorrer el país y a defender ante la ciudadanía al gobierno y a sus reformas sociales (número 1 en el tarjetón) y única mujer; un mesurado y destacado senador de la República, Iván Cepeda Castro (2 en el tarjetón), identificado por el país como una de las figuras más representativas de la izquierda y gestor del proceso que derivó en la condena del expresidente Uribe; y Daniel Quintero Calle, un hombre de centroizquierda, polémico y con serios cuestionamientos jurídicos, debería constituirse en un termómetro o forma efectiva de medir si crece, se mantiene o disminuye el respaldo popular al presidente.

Esto debería ser claro para el jefe de Estado. Un revés en la participación popular en la consulta del partido creado a instancias e iniciativa suya no sería un fracaso para Corcho, Cepeda y Quintero, quienes por primera vez compiten por la Presidencia, sino para el mismísimo presidente que, de cara a un futuro escenario de consulta interpartidista de sectores democráticos y de izquierda (Frente Amplio) en marzo de 2026, quedaría no solo debilitado, sino en una situación de vulnerabilidad, pues su apuesta, y su forma de medición y de preservación del poder, se presupone —y podría argumentarse— está en los votos de su partido y no en los de un aliado que bien podría, sobre esta base, deslindarse de Petro y, luego de utilizarlo, considerarlo un lastre para su gobernabilidad.

De esto último, traiciones y puñaladas por la espalda, uno presupondría que ya está curado o curtido el presidente. Su generosidad y grandeza política, a veces mal interpretada como ingenuidad y debilidad, le ha acarreado costos como la persecución infame e implacable desatada en su contra por un Procurador General de la Nación que él, con su voto como congresista, ayudó a elegir. Luego, no es cien por ciento seguro que un aliado como Roy Barreras, con antecedentes de cambios bruscos en sus posturas políticas, pueda representar un “seguro” confiable para el expresidente Petro, con todos los enemigos que en el plano interno y externo se ha granjeado.

Desde esta perspectiva, y más allá de cálculos políticos que pueden ser cambiantes, el presidente tiene y debe jugársela por los auténticamente suyos, pues una decisión en contrario podría no ser entendida y asumida adversamente por el pueblo que, contra todo ataque personal y obstrucción a su gobierno, persiste en quererlo y no abandonarlo. El péndulo no debería moverse hacia ninguno de los extremos, pero tampoco hacia posiciones de centroderecha que peligrosamente podrían derivar en movimientos hacia la derecha desmarcándose del centro.

La opción del presidente debería estar enfocada en el mantenimiento de un estilo con el que se identifique y en verdad lo represente, esto es, posiciones progresistas comprometidas más que con el ideario sectario que denunció en el Consejo de Ministros, con el propósito de lograr materializar las reformas sociales que acerquen más a Colombia al ideal democrático —y no socialista— que el M-19 defendía. Pero tampoco podría Petro, si persiste en la coherencia de su discurso, desdeñar como defensor de la participación sin exclusiones la posibilidad de seguir la estela trazada por López Obrador para garantizar la continuidad y no la destrucción de un proceso, como le aconteció en Bogotá.

El reto para el presidente, tras el camino andado y en el que no debe existir posibilidad de vuelta atrás —como lo entendió Hernán Cortés al quemar sus naves—, tiene que ser motivar a la participación alegre y masiva de quienes en él confían para por lo menos igualar en votos los resultados de la consulta del 13 de marzo de 2022 (5,5 millones de votos). Lo contrario sería enviar un mensaje al país de que su proyecto se debilitó y eso significaría, ni más ni menos, esparcir sangre en un fragmento de océano infestado de tiburones hambrientos de desgarrar a sus presas. El propio presidente lo ha expresado en su discurso: “si ellos regresan al poder van a bañar a Colombia de sangre, ¡ellos!”. A mí no me cabe duda de que él no podría vivir tranquilo si no hace lo humanamente a su alcance para evitar un regreso del pueblo a días siniestros del pasado.

Finalizo retomando al presidente: “aquí no se trata de participar, se trata de ganar”, de tomar partido, de no reandar sobre lo transitado. Los resultados de la consulta del 26 de octubre no pueden ser los de Petro-Gaviria (2009) o los de Petro-Caicedo (2018). Tienen y deben ser iguales o superiores a los del 13 de marzo de 2022. Hoy Simón Bolívar no le habla a Juan José Rondón sino a Gustavo Petro: “Coronel, salve Ud. la patria”. Yo, como un simple oficial más de Bolívar, expreso mi respaldo irrestricto a Carolina Corcho para hacer historia y llevar a una mujer con merecimientos de sobra a la Presidencia (sin menoscabo del gran Iván Cepeda y reconociéndole su inmensa valía).

 

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